Los pasos quiebran la noche; el arcén
se desparrama entre el brillo perdido
del carmín; los nubarros, malheridos
por la vida, no te permiten ver
que el sol ha amanecido, sin querer,
en una esquina, mientras los suspiros
asmáticos que forjan tu destino
sacuden con violencia su sostén.
Grita el último sueño, reprimido
entre el olvido y el no perdonar;
es el camino seguido a menudo,
-que marca todo aquello que has vivido-
que te empuja, sobre esta ciudad,
a perderte, sin luz, en otro mundo.
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