De su rostro, sus rasgos, prenden versos
qual días cuelgan de un vivir finito;
fruto grácil al sol suyo dispuesto,
luz mirada mirándose el ser visto
del don que entre las ramas de sus gestos
se alza hacia el cielo de su frágil instinto.
Los frutos de su tez, ¿cómo cogerlos?
Verlos crecer silvestres y furtivos...
¿Y cómo no dejarlos madurar?,
¿ y cómo resistirse a, de tomarlos,
el deseo? Y vivir a su lado,
¿cómo?, ¿cómo sin el precio a pagar
del miedo a coger verde el fruto dado?
Trazaré, en la distancia, su versar.
"El manzano, 1912", Gustav Klimt
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