Escala lentamente la pupila
el sueño de un pasado presenciado,
sin forma ni contorno, inundando
el rojo lagrimal que lo perfila;
y busca el sueño un momento olvidado
sobre el que derramar melancolías
en la auséncia, de cuerpos y de heridas,
que inunda la vida de este campo
que habitas sin poder deshabitar,
y vives sin poderlo no vivir,
y sufres sin que te deje sentir
el frío hálito de no llegar
a afirmar ni un instante tu estar
ajeno al ser que te ha de redimir.
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