dilluns, 19 de novembre del 2012

Porqué no tolerar algunos discursos (o de porqué gritan los abuelos en el bar)

Si pudiéramos ver lo que él esconde
tras las puertas de casa, con la sopa
rebajada con agua, y la copa
llenada por el llanto -causa innoble

del dolor que ha vivido-; con la doble
jornada laboral -catorce horas
vendidas a diario-, y las pocas
perspectivas de cambio. Con el pobre

gesto de dolor que marca su espalda,
comprenderíamos el exquisito
gusto que muestra para los discursos:

cualquier voz que recuerde a la empleada
por el amo, chirría entre el quício
de su hogar. Grita, entonces, sin apuros,

sabiendo que hay muchos que en su habla
reflejan el lamento, no querido,
que viven sin esperar un futuro.

2 comentaris:

  1. El grito...ese elemento tan ibérico

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    1. "Pero, ¿por qué habla tan alto el español

      Sobre este punto creo que puedo decir también unas palabras.
      Este tono levantado del español es un defecto, viejo ya, de raza. Viejo e incurable. Es una enfermedad crónica. Tenemos los españoles la garganta destemplada y en carne viva. Hablamos a grito herido y estamos desentonados para siempre porque tres veces, tres veces, tres veces tuvimos que desgañitarnos en la historia hasta desgarrarnos la laringe.
      La primera fue cuando descubrimos este Continente (América) y fue necesario que gritásemos sin ninguna medida: ¡Tierra! ¡Tierra! ¡Tierra! Había que gritar esta palabra para que sonase más que el mar y llegase hasta los oídos de los hombres que se habían quedado en la otra orilla. Acabábamos de descubrir un mundo nuevo, un mundo de otras dimensiones al que cinco siglos más tarde, en el gran naufragio de Europa, tenía que agarrarse la esperanza del hombre. ¡Había motivos para hablar tan alto! ¡Había motivos para gritar!
      La segunda fue cuando salió por el mundo grotescamente vestido, con una lanza rota y con una visera de papel, aquel estrafalario fantasma de La Mancha, lanzando al viento desaforadamente esta palabra olvidada por los hombres: ¡Justicia! ¡Justicia! ¡Justicia!... ¡También había motivos para gritar!
      El otro grito es más reciente. Yo estuve en el coro. Aún tengo la voz parda de la ronquera. Fue el que dimos sobre la colina de Madrid, el año 1936, para prevenir a la majada,
      para soliviantar a los cabreros, para despertar al mundo: ¡Eh! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo! ¡Que viene el lobo!...
      El que dijo Tierra y el que dijo Justicia es el mismo español que gritaba hace seis años nada más, desde la colina de Madrid a los pastores: ¡Eh! ¡Que viene el lobo!
      Nadie le oyó. Nadie. Los viejos rabadanes del mundo que escriben la historia a su capricho, cerraron todos los postigos, se hicieron los sordos, se taparon los oídos con cemento y todavía ahora no hacen más que preguntar como los pedantes: ¿pero por qué habla tan alto el español?
      Sin embargo, el español no habla alto. Ya lo he dicho. Lo volveré a repetir: El español habla desde el nivel exacto del hombre, y el que piense que habla demasiado alto es porque escucha desde el fondo de un pozo"

      León Felipe en "Gaanrás la luz" como respuesta a la objeción de J. L. Borgés a su traducción de W. Withman, en la que preguntaba "por qué el español escribe como si gritara"

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