divendres, 9 de novembre del 2012

Escuchando cantar por mirabrás, lloras en la oscuridad de la sala. Te dejas llevar por la voz, pero las palmas te devuelven al sillón. Una cuerda se rompe y una mano empieza a sangrar.

Se quiebra el pico entre el humo oscuro
que a los cuerpos esconde del mirar
que no ve en la garganta aquel altar
nacido entre las cuerdas y el susurro.

Tambaleantes, penden, ante el muro,
los seis dedos que dan notas al mar
que tiembla en la mujer de pino en crudo,
y sientes que una voz te hace llorar.

Irrumpen como coches desvocados
los muros con total necesidad
y van marcando con su choque el ritmo

que da descanso al pecho desatado
entre el grito que no puede cesar.
Tiemblan pestañas rotas entre el vino.

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada